La muerte de mi abuelita

Ya tenía muchos otros temas preparados, pero hoy voy a escribir de algo no tan grato, porque acabo de recibir la noticia de que mi abuelita, a sus 101 años de edad acaba de fallecer.

Aparentemente este tema no está relacionado con la migración, pero si lo está, porque la muerte es parte de la vida, y porque si yo pudiera encontrar un “contra” de emigrar a otro país es justo este. Momentos como este, que pueden suceder el día menos pensado, y a veces, sin avisar y que te dejan totalmente atado de manos, con la garganta y el corazón hechos nudo y con unas ganas inmensas de agarrar el primer avión e irte a abrazar a los que se quedan, que finalmente son los que sufren y están tristes.

Cuando tomas la decisión de emigrar a otro país, hay muchas preguntas que acompañan tu decisión que están rondándote la cabeza todo el tiempo, y frecuentemente te hacen cuestionarte si estás tomando la decisión correcta. Por ejemplo, en mi caso, yo soy hija única, lo que significa que mis hijos son los únicos nietos que mi madre tiene, y por mucho que uno quiere tener un futuro mejor, las ataduras de la familia, sobre todo en nuestra cultura latina son muy fuertes.

El primer enfrentamiento con este tema, fue con la familia del marido. Unos 3 meses después de que el se fue, la tía Nata falleció. Era como su segunda abuela. Y él tuvo que vivir su luto solo, en un país desconocido. Afortunadamente para mi, yo estaba aún en México y pude acompañar a mi suegra y su familia en este momento tan lamentable.

Meses después,  mi mamá se enfermó y estuvo hospitalizada unos días. En esos momentos tuve el apoyo de muchas personas que fueron a verme al hospital, que se ofrecieron a relevarme en algunos momentos y que incluso cuidaron a mis hijos para que yo pudiera estar más horas en el hospital. ¿Puedes imaginar la angustia que sentía? quizás no por la enfermedad de ese momento, sino por la zozobra de cómo manejaría las cosas si algo así pasara ya estando lejos. Angustia con la que he aprendido a vivir porque la posibilidad existe.

Mi abuela vivía en Cuernavaca, en una casa de asistencia y yo en la Cd. de México, por lo que la frecuencia con la que la veía ya no era tanta. Con un poco de demencia senil… o quizás solo su mente se equivocaba de tiempo y espacio, ella ya no me reconocía, cuando me veía me llamaba Alma Gloria (como una de sus sobrinas) o me preguntaba cuándo me había casado y por que no la había invitado a mi boda (jajaja, obvio ella estuvo ahí, de hecho salí de su casa para casarme). Pero eso no era relevante, para mi ella es y siempre será mi abuela y mi amor por ella jamás se vio mermado por nada que le ocurriera a ella o a su salud mental. Así que, sabiendo que vendría a vivir a otro país, supe que lo más probable es que esa sería la última vez que la vería con vida, sería la última vez que pudiera abrazarla, besarla y tocarla. Y así fue. Esa fue la última vez que vi a mi abuelita. Así que de nuevo, con el corazón apachurrado fui, la abracé, me fotografié y me despedí. Algo que definitivamente NO es fácil.

Un poco más de un año después de que yo me despedí, ella cumplió 100 años. Le hicieron una gran fiesta a la que tampoco pude asistir, ¡gran fiesta! mucha familia fue a acompañarlos y yo solo pude estar a través de la tecnología, en una llamada de skype a través de un ipad. Pero esto es relevante porque mi abuela no entendía nada de tecnología, tampoco escuchaba muy bien, y mucho menos con todo el ruido de la fiesta, cuando le dieron el ipad y me vió, ella pensó que era una fotografía, pero algo mágico sucedió. Con mi corazón y mi energía le quise transmitir cuánto la amaba y cuan feliz estaba de que ella estuviera logrando su sueño de cumplir 100 años (creo que ese siempre fue un objetivo para ella), y finalmente ella recibió mi energía y me dio su bendición. Recibir la bendición de mi abuela era siempre un regalo maravilloso, y ese fue el último regalo que tuve de ella.

Mi abuela, o “La Lourdes” como todos en la familia le llamábamos, era una mujer fuerte. Su familia siempre fue un matriarcado, y siempre se hacía lo que ella quería. Su canción favorita era “El Rey”, y cantaba con mucha “injundia” la parte que dice “con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero, y mi palabra es la ley”, porque creo que realmente así lo creía. A la Lourdes le encantaba tomarse un tequila (o mas de uno jaja), y vivió 101 años muy bien vividos, con una salud que ya muchos quisiéramos tener, pero al final su cuerpo se deterioró, y un 14 de octubre de 2018 decidió dejar de funcionar. No respiró mas y ese fue el fin de su vida, tal como la conocíamos.

Sin embargo, no voy a centrarme en la parte triste, porque yo creo que somos seres infinitos que solo habitamos un cuerpo en este plano de existencia. Ella está por ahí, su energía y su presencia seguirán acompañándonos para siempre y su ser infinito seguirá su existencia por toda la eternidad.

Este es un homenaje a la Lourdes. A mi abuela. Descansa en paz.

error

Te gustó mi blog? Cuéntales a tus amigos :)